Una fiscalización vehicular en Las Condes terminó con una escena lamentable que dice mucho más del estado del periodismo televisivo chileno que del chofer fiscalizado.
Tomás Cancino, notero del matinal Contigo en la Mañana de Chilevisión, decidió que era buen momento para imitar a Don Francisco mientras mostraba, entre risas del panel, cómo un conductor había alterado su patente (un número 1) con huincha adhesiva. La situación fue informada en este artículo de La Cuarta y de ella quedó constancia en el siguiente video:
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Hicimos todo lo posible pero no se pudo
«Hicimos todo lo posible, pero no se pudo», dijo el periodista Tomás Cancino imitando a Mario Kreutzberger (Don Francisco), burlándose —aparentemente— del intento por reparar la patente de un vehículo, que tenía dañado el número 1.


La burla incidiosa tuvo lugar en medio de una fiscalización real de carabineros hoy 30 de mayo. El chofer fiscalizado, al notar la actitud del periodista, reaccionó con violencia.
Primero le advirtió al periodista que recibía su trabajo como una burla:
«¿Podís parar un poquito? De pana sí, en serio. Tenís que tratar de no burlarte de la gente, porque al final es gente que no tiene los recursos»
Lejos de calmar la situación, el periodista le respondió al fiscalizado:
«!No, pero tú tienes que cumplir con lo que exige…!»
El conductor lo interrumpió y le propinó un golpe al periodista que, afortunadamente, no alcanzó el rostro de Cancino, pero que sí fue dirigido al micrófono. Lo grave, sin embargo, ya había ocurrido antes: la humillación en pantalla.
Lo más preocupante no es solo la imitación fuera de lugar, sino lo que vino después. Cancino siguió increpando al conductor, ya esposado por Carabineros:
«Oye, qué te pasa», dijo enojado.
Y siguió:
«Noo, no cumple, no cumple con las leyes del tránsito. Además es extremadamente agresivo».
Y continuó, refiriéndose directamente al fiscalizado esposado, rodeado de 4 carabineros:
«Cumple, cumple con las leyes, si es lo mínimo. Acá tú eres el que no está cumpliendo…»

Desde el estudio, Julio César Rodríguez lo interrumpió:
«Tomás, no te pongas a discutir con él, no te pongas a pelear con él».
En lugar de ceder el protagonismo a los hechos —como dicta el buen periodismo— Tomás Cancino se convirtió en el centro de la escena:
“No es que es una falta de respeto. Yo no tengo por qué aguantar que venga un compadre y trate de agredirme pu”, dijo al aire, justificando su reacción.
El periodismo no consiste en burlarse, ni en provocar. No se trata de «hacer tele» a cualquier costo. Cancino no actuó como reportero: actuó como animador de un sketch improvisado y de mal gusto. En ese momento, cruzó el límite que separa al periodismo del show. Y lo que se vio fue precisamente eso: un show transmitido en vivo y en directo.
El show no es solo del periodista Cancino, sino que del programa televisivo en sí. Desde el estudio, Andrea Arístegui (también de profesión periodista) resumió lo sucedido:
«Yo creo que él malentendió, porque nos estábamos riendo de algo, no nos estábamos burlando de él, es un chiste interno casi, de ese dicho tuyo, Tomás».
Andrea Arístegui muestra algo más de empatía que la mostrada por el reportero en vivo (cuando fue increpado por el conductor que sintió la imitación o la cobertura de la fiscalización como una burla), pero con su explicación también intenta desentenderse de la situación, más bien le da el argumento a Cancino para que él haga suya esta explicación.
Sin embargo, esto parece bastante insostenible lógicamente porque debiera responderse a las preguntas:
- ¿De qué se burlaba el periodista con la imitación?
- ¿No se burlaba acaso de la alteración de la patente?
- ¿No se burlaba acaso de forma indirecta del conductor que conducía ese vehiculo con la patente adulterada?
Mientras este show era transmitido (la imitación, la agresión, el arrestro, etc.), el canal titulaba la escena con la expresión:
«HIZO NÚMERO DE PATENTE CON HUINCHA».
Por ello es bastante díficil sostener que la imitación burlesca del periodista no iba dirigida al fiscalizado, como intenta sostener Andrea Arístegui y como lo hace después Eduardo de la Iglesia:
«Él malinterpreta una talla que nace en otro móvil, en otro día, en otro contexto y la entiendo como para él. No tiene nada que ver con él. Entonces, se lo toma personal, cuando él además está en un tema con la, con los papeles de su auto, o sea…»
Claramente no defendemos al conductor por infraccionar la ley. La patente alterada es una infracción de tránsito, que debe constatar carabineros y debe sancionar un juez. Pero el ejercicio del periodismo no le da derecho al periodista a burlarse del fiscalizado. Y en esa burla cayó Eduardo de la Iglesia, conductor del programa de Chilevisión, quien inició la burla, el mencionado periodista Cancino y Andrea Arístegui, quien pretendió justificar la imitación ya que no habría sido dirigida al fiscalizado.
Comentarios de repudio al matinal Contigo en la Mañana
El video del momento se compartió en la red social X y en los comentarios varias personas expresaron su indignación ante el tono y el enfoque del despacho. Algunos mensajes fueron especialmente elocuentes:
“Debe ser súper agradable, que te estén fiscalizando, multando (que es lo que corresponde) y tener a un tipo riéndose encima… Y más encima esperan que sea adivino para saber de qué se ríe”, escribió un usuario en X.
“No apoyo el actuar [del chofer], pero hay mucha gente sin recursos… Está bien, ya lo multaron, pero no puedes andar riéndote de los problemas de la gente”, agregó otro.
“¿Con qué cara hablas de falta de respeto, si lo único que hacen es reírse de la gente? Patéticos. Un buen combo en el hocico te merecías”, sentenció un tercero, reflejando el nivel de enojo.
Más allá del tono de algunos mensajes, lo que subyace es una demanda clara: el respeto no puede ser sacrificado por el rating. Lo que a Cancino le pareció una “frase interna” o una broma inocente, a muchos les pareció humillación. Y no es la primera vez que ocurre en la televisión chilena.
El problema no es sólo de un periodista con exceso de ego, sino de una estructura televisiva que permite —y muchas veces fomenta— estas prácticas. Se alienta la provocación, se busca el momento viral, y se olvida que detrás de cada noticia hay personas, no personajes.
Hoy la audiencia exige otra cosa. Exige empatía, profesionalismo y límites. Exige que el micrófono deje de ser un arma para exhibir miserias ajenas y vuelva a ser lo que siempre debió ser: una herramienta para informar, no para humillar.